Desde finales de mayo tengo una cita semanal con Carrie, Miranda y Charlotte, debido al estreno de la tercera temporada de And Just Like That, la secuela de mi serie favoritísima de la vida y referencia diaria, Sex and the City.
Es una cita extraña y controversial, de la cual la mayoría de veces salgo enfadadísima, pero a la que no puedo dejar de asistir. Me crea impotencia ver cómo actúan mis chicas; su identidad está muy diluida, las veo completamente anuladas (excepto a Charlotte, que está maravillosa). Echo de menos a Samantha, (¡todo el rato!) y la mayoría de los nuevos personajes o me son indiferentes, o me caen fatal. Siento que nada tiene sentido. Sí, se podría decir que lo que estoy haciendo con And Just Like That es hate-watching.
Aunque nunca hubo ni medio indicio de una Miranda homosexual en la serie original, puedo medio comprarles a los guionistas que en esta nueva era quisieran convertir a Miranda en un icono lésbico, en parte por el empoderamiento del personaje original y la posibilidad de llevar a ese terreno la homosexualidad. El problema, es que no la han convertido en un icono, si no en todo lo contrario; cada relación que ha tenido con una mujer, la ha humillado aún más, ¡como si haber estado tantos años con Steve no hubiese sido suficiente castigo! De repente, es una mujer penosísima en sus cincuenta, todo lo que no ha sido en sus veinte, treinta y cuarenta. Su nueva vida se basa en una especie de catastróficas desdichas; la escalofriante Che Díaz como su primera relación lésbica, los constantes rechazos por parte de varias conquistas, el desvirgar a una monja o el ridículo tras ridículo en sus intentos de remontar su vida. ¿Dónde queda esa Miranda cínica, que se sienta en la mesa, independiente y puta ama? ¿Que han hecho con ese personaje increíble del que todas deberíamos aprender? We should all be Mirandas.
En cuanto a mi queridísima Carrie, está irreconocible. Su verdadera tragedia en And Just Like That no ha sido la muerte de Big, si no la reaparición de Aidan. ¿En qué momento Carrie accede a tener una relación, a sus cincuenta años, con una persona a la que estará cinco años sin ver (ni hablar) regularmente? ¿En qué momento se convierte en la mujer que espera? O mejor dicho, ¿en la mujer que SOLO espera? Ha tardado tres temporadas en volver a escribir. Vive en una casa enorme, vacía y beige, distinta pero un poco igual a ese enorme piso en el Upper East Side en el que vivían Big y Natasha. Se pasa el día mirando el móvil, buscando mesas de diseño e imaginándose sentada en una de ellas con Aidan, el cual es incapaz de darle un feedback decente sobre esa maldita mesa de seis mil dólares. El feedback de él es un pulgar hacia abajo. Y ella se pasa las horas intentando descifrar el significado de ese emoji que le manda el que es, en teoría, su pareja, su amor. Carrie, ¡despierta! Si nunca funcionó con Aidan, fue por algo.
Sí, estoy segura que todos los que os sumáis a ese discurso que lleva una temporada inundando internet sobre lo horrible que es Carrie como persona (amiga, amante, etc) diréis que nunca ha sido un personaje empoderado, independiente, referente. Ay, ¡no tenéis ni idea! En primer lugar, si no te gusta Carrie, ni te gusta ni entiendes Sex and the City. En segundo lugar, Carrie siempre ha sido un referente, ya que ha cometido los mismos errores que podemos cometer nosotras y, además, lo ha hecho vestida de Chanel, Dior y Fendi. Y, en tercer lugar, para hacer la lista finita, Carrie siempre ha necesitado su independencia (ese caótico y acogedor piso de soltera maravilloso), su profesión (I couldn’t help but wonder, fumándose una cajetilla entera de cigarros, tecleando sobre su vida sexual y sentimental desde su escritorio con vistas a su fabulosa calle en West Village), su ciudad (I’m what you call a bona fide city girl, o su incapacidad de entender cómo la gente podía vivir en otro sitio que no fuese Nueva York) y, sobre todo, Carrie siempre ha necesitado a sus amigas (Samantha, Miranda y Charlotte).
And just like that… ni independencia, ni profesión, ni ciudad (no sé ni en qué monte perdido vive Aidan), ni Samantha. Porque, con total sinceridad, ¿qué intento de Samantha es el personaje de Seema? Casi se me salta una lágrima cuando ésta le dice a Carrie que no la acompañará a Williamsburg, ya que ella no sale de Manhattan. Querida, Samantha se pasó tres días durmiendo en un tren y alimentándose a base de sandwitch club con tal de acompañar a Carrie a San Francisco, para que su amiga rompiese su sequía acostándose con Big. The fucking one and only.

Excepto en Charlotte, que está estupenda con su galería, su marido, sus hijas (¡hijes!), su mejor amigo gay, y sus movidas de madre del Upper East Side, en las demás vemos una caricatura de lo que podrían haber sido, una versión penosa e insegura de las mujeres que estaban destinadas a ser. Es como si la secuela fuese una especie de castigo para Carrie y Miranda, haciendo que todo por lo que habían luchado sus personajes en Sex and the City, se hubiese desvanecido.
Mi opinión sigue siendo firme, pero hace ya un par de capítulos tuve una especie de ataque de empatía. Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte llevan ayudando a varias generaciones de mujeres jóvenes (late twenties y thirties) a sentirse más entendidas, liberadas, acompañadas, con poder de decisión y sin la obligación de deber nada a nadie, excepto a si mismas. Y, quizás, han vuelto con And Just Like That para seguir ayudando a generaciones de mujeres, esta vez de edad más adulta, a sentirse vistas, entendidas, acompañadas, menos solas.
Suele incomodarnos ver posibles versiones adultas de nosotras mismas. En parte, es esa horrible idea de que hay una edad en la que las mujeres parece que tengamos que anular nuestros deseos, como si nuestro tiempo para ser amantes, o almas curiosas, o algo que no sea ser esposa y madre, se hubiese agotado. Por otro lado, rechazamos ver inseguridades o comportamientos que asociamos a una edad más temprana, más joven, en mujeres adultas. Representa que ya tendrían que haber aprendido las lecciones que estamos aprendiendo nosotras, ¿no? Ellas deberían tenerlo ya todo resuelto, figured out. Pero, ¿por qué les exigimos todo esto? Quizás porque no soportamos la idea de seguir así, “aprendiendo”, hasta el fin de nuestros días. Porque tenemos la esperanza de que a partir de los treinta y cinco no tengamos que volver a enfrentarnos a ninguna otra mala cita, ni a media inseguridad en el trabajo, ni tampoco a un cambio de vida más.
Aunque los guionistas de And Just Like That lo podrían haber hecho mucho mejor con mis chicas, creo que ahora lo veo todo con más ternura y, sobre todo, con más empatía. Si las actuales Carrie, Miranda y Charlotte están acompañando a otra generación de mujeres de la misma manera que sus versiones más jóvenes me acompañaron (y siguen acompañándome) a mí, me tapo un poco mi ojo cínico y les dejo pasar.
Me gusta la idea de que mis chicas sigan haciendo su trabajo, aunque me cueste encajar el desarrollo de sus personajes. Al fin y al cabo, basta con que una sola persona en el mundo exprese o ponga palabras a un sentimiento o un pensamiento que tú tienes, para sentirte vista, entendida.
PD. El hecho de que Carrie haya vuelto a escribir me da una pizca de esperanza de que, poco a poco, irá recuperando su identidad. Y ojalá deje a Aidan en el proceso. Va, ¡nos lo merecemos!